Sabes que le quiero dejar?
Ese momento, después del partido, cuando nosotros nos abrazamos, festejando,
después de tantas finales malogradas. Después del pitazo final. Cuando los tres
puntos se quedaron en casa. Sumamos un poroto mas. Una mas para el palmares
decía el abuelo, quien fue el encargado de transmitirnos ese delirio barrial.
Una anécdota del tío buscando
el lente de contacto en ese cemento que late fuerte, tras el gol del paraguayo;
porque el pobre recibió un codazo, en un festejo alocado, repleto de desahogo y
pasión. Y todos nosotros ahí estábamos. Corriendo a nuestros hermanos para que
el tío lo encontrara. Pidiendo por favor, entre tanto enardecimiento, que se
corrieran. Y ahí lo tenia, en las yemas de sus dedos. Transmitía tranquilidad a
su sequito familiar. Y ahí estábamos. Ahí siempre estuvimos.
Ese fue mi sueño. No fue
ganar un mundial, ni siquiera jugarlo.
Sabes que le quiero dejar?
Ese momento que estamos
sentados. La adrenalina entra en estado de shock y parece anestesiarse por la
voz del estadio que invita a los espectadores a volver a sus casas, festejar
con su familia, sus amigos, su todo. Y nosotros ahí. Sentados, mirando el
césped que mas que verde es de un color fluorescente victima de los
reflectores. Nosotros ahí. Anonadados. Con la mirada fija en el circulo
central. Creyendo que una pizca de suerte cayo de nuestro lado. Eso quiero
dejarle. Eso le dejo. Eso deje. Yo lo vivi. El lo vivio. Fue lo mas lindo que
pude dejarle. Gracias. Gracias. Gracias.
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