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martes, 16 de mayo de 2017

PROFETA SIN TIERRA


Esta no es una historia mas, esta es la vida y obra de un maestro que no fue docente, de un legendario que no fue leyenda, de un profeta que no conocía su tierra. Este es el relato de un personaje que aprendió a vivir durante su estadía en este aposento llamado planeta tierra. Solo algunos lo conocían por su nombre completo; la gran mayoría lo apodaba “JJ”. Pocos lo veían con ojos de lo que era, simplemente un jugador implícito, un jugador que no plasmaba lo que creía realmente. Juan Joaquín De la Charra (ese era su nombre) era el numero cuatro del Magdalena fútbol club; el principal establecimiento social del pueblo de Magdalena, Provincia de Buenos Aires, además, era el medico del único hospital que se presentaba en el pueblo. El era una persona muy solitaria, hablaba poco pero hacia mucho; no tenia casi familiares (solo una hermana y dos sobrinas, el resto eran conocidos y ningún amigo. JJ se consideraba un profesional y decía “un medico nunca debe relacionarse mas allá del –hola, que tal?- ya que ese no es un campo que le corresponda investigar y mas si sos el doctor de todos” Sin dudas, que su profesionalismo, probablemente, lo llevara a cometer algunos errores de “sinceridad” a la hora de poder explayarse. Pero JJ, así como creía que no tenia amigos, tenia una vocación especial para ser jugador, porque no era un lateral derecho que pasaba de la defensa al ataque en un santiamén. Su fuerte era esperar al rival constantemente, dejarlo pasar y “operarlo” de tal manera que el “paciente” debiera aguardar en “terapia intensiva” durante un par de días. De esa manera, mantenía constantemente el contacto con sus compañeros de equipo y rivales ya que lo pasaban a visitar seguido por el hospital y el, nuevamente, los atendía.
El Dr. De la Charra, como se lo conocía en el ámbito de la salud, se levantaba todos los días a las seis de la mañana con el canto del gallo, desayunaba su pan de campo acompañado de unos ricos mates, leía el diario matutino que le llevaba el canillita, tomaba su bicicleta y se iba pedaleando hasta el hospital, lugar en el cual llegaba todos los días en el horario de las ocho. A partir de ahí, saludaba a los pocos empleados, se sentaba en su consultorio y con un ficherito con letras de la ”A” a la “Z” comenzaba a llamar a sus pacientes. Un día, abrió la puerta para citar al próximo y se llevo una gran sorpresa.

J.J. De la Charra: - Gómez!

Miraba por los pasillos, y nada. Volvía a intentar, con poca paciencia, ya que no era su principal virtud.

J.J. De la Charra: - Gómez!!! Gómez!!!!

Gómez: - Un minutito doctor, estoy en el baño

Le grito desde la vueltita del pasillo, que era donde se ubicaba el baño del hospital.

Gómez: - Ahora si Doc, discúlpeme usted vio. Lo que pasa que me estaba re meando porque tome mucha agua a la mañana.

J.J. se encontraba entre un estado de asombro y curiosidad con el personaje que estaba por atender. Petiso, pelo negro, tez caucásica, bien formado de espalda y en silla de ruedas
.
Gómez: - Doctor, ¿se encuentra bien? Se quedo callao

J.J. De la Charra: - Si, si. Venga Gómez, pase y cuénteme cual es su problema.

Gómez: - Mire Doctor como usted sabe lo que me paso yo quiero ver si podemos hacer algo. No se, operarme, pero no aguanto mas, ya estoy podrido, vio.

J.J. lo miraba y oía atentamente, ahora agregándole un poco de incertidumbre y miedo a su expresión del rostro.

J.J. De la Charra: - Bueno mi viejo, pero que fue lo que paso puntualmente. Cuénteme, vamos.

Gómez: - ¿En serio me pregunta Doctor?

J.J. De la Charra: - Y claro hombre, como no le voy a estar preguntando en serio. Usted es un paciente que se viene a tratar y me pide que lo opere. ¿Por qué?

Gómez: - Bueno, yo tuve un problema hace unos años jugando al fútbol. Jugábamos entre los pueblos de Buenos Aires. Era un torneito ¿vio?

J.J. De la Charra: - Si, lo conozco, lo he jugado.

Gómez: - Bueno, la cuestión es que un día, jugando acá, en este pueblo me pesque una lesión muy grande doc y nunca la pude tratar del todo porque siempre me termina doliendo.

J.J. De la Charra: - ¿Pero que le paso hombre? Termine con los misterios y dígame así tratamos el problema y lo intentamos solucionar.

Gómez lo miraba con cara de desconfiado, ya que pensaba que J.J. se hacia el distraído, pero sin duda no entendía realmente lo que ocurría.

J.J. De la Charra: - Vamos Gómez! Y cuénteme…

Gómez: - Doctor, en la final, acá,  les ganamos 3 a 0. Yo metí los tres goles. Ese día vinieron a verme de Lanus, para llevarme a jugar con ellos. No lo podía creer, era mi día…

De la Charra comienza a abrir los ojos como nunca antes lo había hecho. Sus recuerdos comienzan a tomar un camino concreto hacia ese 20 de diciembre en el verde césped del Magdalena Fútbol Club.

Gómez: - Pero a usted se le fue la mano doc.

El doctor, con la ficha del paciente en la mano, empieza a leer.

J.J. De la Charra: - Juan Alberto Gómez, ¿Edad? 35 ¿Peso? 78 ¿Lesión…?

Nuevamente hay un parate y un gran silencio en el consultorio. De la Charra no podía entender lo que estaba leyendo, y menos podía llegar a tolerar que pudo haber sido el responsable de tal magnitud.

Gómez: - Dígalo doc!! Sin miedo, ya paso hace mucho. Pero por favor, hagamos algo al respecto. No aguanto mas la silla esta de mierda. ¿Se puede hacer algo?

J.J. De la Charra: - Si, Gómez. Como poder se puede. El único tema es que usted este de acuerdo. Habría que intervenirlo quirúrgicamente y desp…

Gómez: - ¿Intervenir el que? Ah, no le entiendo nada Doc, ¿sabe? Dígame las cosas de frente y sin vueltas por favor.

J.J. De la Charra: - Claro. Habría que operarlo Gómez, pero no le prometo que vaya a volver a caminar.

Gómez, aun, se queda con los ojos mas abiertos que J.J. y baja la cabeza manifestando cierta disconformidad con la respuesta del doctor.

J.J. De la Charra: - Pero animo hombre, hay una pizca de esperanza con que pueda volver a caminar.

Gómez: - Gracias Doc, pero yo se que no va a ser lo mismo de antes. Ese día me arruino todo.

J.J. De la Charra: - Bueno, pero piense por lo menos que fueron campeones y usted sigue siendo el goleador histórico de los torneos del interior.

J.J. intento alivianar la tensión que había en el consultorio pero a Gómez no le causo mucha gracia ese comentario.

Gómez: - ¿Usted me esta jodiendo? Me cago la vida doctor!!! Y ahora me esta diciendo que no me la puede arreglar.

J.J. se queda atónito por el lenguaje y la forma de expresarse del paciente. Cierra los ojos y los recuerdos lo empiezan a atormentar de tal manera que solo piensa en lo mal que estuvo ese 20 de diciembre, luego de que su equipo vaya perdiendo por 3 a 0 la final del torneo de clubes del interior de Buenos Aires, en ese corner en contra que tenia su equipo y en el rodillazo que incrusto contra la columna del numero nueve rival en el momento que estaban impulsados en el aire para rechazar la pelota. Ese golpe no fue un impacto más de los tantos que existen en el fútbol. Fue un golpe sonoro en el cual el ambiente de la música lo rechazaría por su mal tono, por su mala nota. Fue un sonido que solo los que participaron ese día pueden describir.

J.J. De la Charra: - emmm… Mire Gómez, por mi parte voy a hacer todo lo posible para que esta inter… operación marche en orden y usted pueda volver a caminar.

El paciente esboza una sonrisa de oreja a oreja y sus esperanzas vuelven a florecer.

Gómez: - Muy amable Doctor!!! Muchísimas gracias!!! De todo corazón le digo. Ojala que podamos hacer las cosas bien!!! Que dios lo bendiga.

J.J. De la Charra: - Es lo mínimo que puedo hacer por usted Gómez.

Gómez, feliz por la noticia esperanzadora que habia recibido, abre la puerta del consultorio como para emprender su viaje de vuelta a casa y el doctor entre dudas y un poco más de alivio le pregunta.

J.J. De la Charra: - Aguarde Gómez! ¿Le puedo hacer una pregunta?

Gómez: - Si, Doc, ¿como no?

J.J. De la Charra: - ¿Por qué me vino a ver a mí? Y me trata tan amablemente luego de lo que le hice? Encima en ningún momento le pedí perdón…

Gómez se sonroja mientras lo mira.

Gómez: - ¿Sabe lo que pasa Doc? No hay que ser rencoroso en la vida. Y siempre, pero siempre hay que confiar en uno mismo. Por más duros que seamos y distantes, somos seres humanos. Y si somos capaces de cometer un grave error, también somos capaces de solucionarlo. Porque creo que por sobre todas las cosas somos capaces. Y quédese tranquilo mi hijo que ayudándome como me va ayudar ya me pidió disculpas…

De la Charra queda boquiabierto con la lección de vida que le dejo Gómez y solo ese paciente, que tuvo la valentía y el atrevimiento de enfrentar al doctor, distante del pueblo, fue el único que se gano su respeto dentro y fuera del consultorio, dentro y fuera de la cancha y en especial dentro y fuera de la vida misma.









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